El ‘apruebo’ perdió en todas las regiones de Chile. Triunfaron las encuestadoras e incluso se quedaron cortas ante el alud del ‘rechazo’.
Si hay algo que puede aprenderse de este resultado es que la política se mueve abruptamente. El péndulo osciló en Chile más rápido de lo previsto y eso es una señal para toda la izquierda latinoamericana, que ha cosechado muchos triunfos electorales aunque soportados en proyectos que podrían ser, varios de ellos y no solo el chileno, políticamente muy débiles.
La izquierda tiene el mismo problema que la derecha para procesar sus derrotas.
Sus lecturas rápidas podrían resultar ‘prefabricadas’ con el único fin de poder digerir con mayor facilidad lo que a todas luces es una derrota histórica que, además, prende las alarmas sobre la rapidez y aceleración que puede tener ‘la vuelta de la derecha’. Son momentos en los que parecen valer más las certezas autoimpuestas, que tranquilicen el ego ideológico, que la incertidumbre que trae la verdadera realidad, que ha demostrado ser jabonosa, indecidible y mutable.
No hay que relativizar. Es claro que contra la nueva Constitución votaron todos los sectores sociales e ideológicos, pero la derecha chilena y latinoamericana sale muy fortalecida con el rotundo resultado. Aunque tampoco la victoria es suya.
El mundo se ha quedado estupefacto a la hora de ver lo que parece un cambio diametral de postura del pueblo chileno en relación al plebiscito de 2020, donde el voto del ‘apruebo’ a un cambio de Constitución obtuvo un luminoso 78 %. Se abrían, por fin, las «grandes alamedas».
¿Qué pasó? ¿Cómo pudieron generarse estas sentencias «bipolares»? ¿Fueron las formas o los contenidos los que hicieron que la Constitución de Pinochet lograra sobrevivir?
Argumentos ‘fast track’
Los argumentos ligeros y prefabricados se caen por su propio peso. La izquierda, en su afán de no perder su ‘orden discursivo’, trata de empecinarse en culpabilizar a las ‘fake news‘, a la manipulación mediática y a las mentiras de la derecha.
Sin embargo, todas ellas han venido operando en cada una de las elecciones que han ocurrido y donde la izquierda había salido ampliamente exitosa. Así que este argumento no explica por qué ahora «las masas le creyeron a los medios y a la derecha», cuando antes no lo habían hecho.
De la misma manera, se critica el liderazgo del presidente, Gabriel Boric, o se responsabiliza a los errores de la Convención, las imposturas de los convencionales y el radicalismo existente. Pero cuando ganó el ‘apruebo’ en 2020 se vivía en Chile un radicalismo sin precedentes y, sin embargo, los votantes preferían la opción que provenía de estos sectores, tanto así que en la Convención Constituyente fueron estos los que se llevaron la mayoría de curules.
Entonces, ¿por qué el cambio tan abrupto en el signo de la votación? Hay un dato clave, el fundamental, que hay que sentarse a investigar y explicar cómo se produjo.
¿Qué sucedió?
Por ahora podemos describir lo que sucedió, pero es muy difícil determinar las razones. Los datos son muy impactantes.
Entender por qué 5,5 millones de votantes que no habían ejercido su derecho en 2020 y esta vez decidieron (o se vieron obligados) hacerlo, y además lo hicieron de esta forma y no de la otra, es donde está la clave.
No es solo el 23 % de margen que sacó el ‘rechazo’ sobre el ‘apruebo’, cuando en 2020 el ‘apruebo’ le habría superado a aquel por 57 %. Si comparamos los votos del ‘rechazo’ en 2020 con los del ‘rechazo’ en 2022, el crecimiento fue de 1.635.164 a 7.882.958 votos. Prácticamente cuadruplicó la votación. Más de seis millones de votos se sumaron al ‘rechazo’, lo que en términos electorales es una barbaridad para el poco tiempo (menos de dos años) entre ambos comicios.
En 2020 se consignaron un total de 7.569.082 votos, mientras que en 2022 la cifra ascendió a 13.021.063 de votos. Casi 5 millones y medio de votos más para ambas opciones. En términos porcentuales la participación pasó de 50 % a 85 %.
Hay que advertir que en 2022 el voto era obligatorio cuando en 2020 no lo era, pero el decrecimiento del ‘apruebo’, que pasó de 5.892.832 votos en 2020 a 4.860.093 votos en 2022, permite entender que la obligatoriedad benefició a una sola opción. Sin embargo, no fue tanto lo que decreció el ‘apruebo’ como lo que se disparó el ‘rechazo’.
Entender el por qué estos millones de votantes que no habían ejercido su derecho y esta vez decidieron (o se vieron obligados) hacerlo, y además lo hicieron de esta forma y no de la otra, es donde está la clave.
En términos de composición de clase, el ‘rechazo’ pasó de ganar cinco comunas en 2020, de las cuales tres eran las de la clase alta, a ganar en 338 comunas de las 346 comunas existentes. Así que, visto por encima, no hay grandes abstenciones o explicaciones sobre el comportamiento de una clase o ideología sobre otra.
Poco más de un millón de votos (en torno al 20 %) dejó de votar por la opción del ‘apruebo’ después de haberlo hecho en 2020. Si hubiera mantenido su votación de ese año igualmente hubiera perdido por paliza. Así que el resultado no se explica por una masiva desafiliación del ‘apruebo’.
Hubo un aluvión de personas que se levantó contra la propuesta constitucional, un tsunami de votos que no estaban en juego y que no habían participado previamente. Allí es donde esta la clave.
La gran pregunta ahora es: ¿el país que nació este 4 de septiembre se parece más al Chile de antes del estallido o es uno diferente a ambos? Hay ‘algo’ que levantó a las grandes masas de votantes y ese ‘algo’ todavía no está determinado.
Si el de 2020 fue un nuevo Chile, el de 2022 es otro, y el dato que más importa, el que cambia la ecuación, es el de los más de cinco millones de personas que salieron a votar y antes no lo hacían.
La gran pregunta ahora es: ¿el país que nació este 4 de septiembre se parece más al Chile de antes del estallido o es uno diferente a ambos? Hay ‘algo’ que levantó a las grandes masas de votantes y ese ‘algo’ todavía no está determinado. Habrá que estudiarlo.
La política no alcanza todavía a entender qué pudo llevar a este levantamiento o ‘estallido electoral’. Las explicaciones son aún muy débiles e interesadas. No solo llevará un tiempo estudiarlo, sino que cada corriente deberá tratar de hegemonizar este caudal, que puede oscilar o sencillamente volver a su estado de inacción electoral. Así que la victoria de la derecha también podría esfumarse.
¿Fue el radicalismo y la virulencia de los sectores ‘duros’ de izquierda los que provocaron esta movilización en su contra? ¿Fueron las ‘formas’ de la convención las que lo hicieron? ¿Fue la obligatoriedad del voto la que terminó empujando a estas masas? Y en este último caso, ¿por qué se sumaron casi con exclusividad al ‘rechazo’? ¿Hubo un respaldo (implícito o explícito) hacia el legado de Pinochet y su Constitución?
Es mucho lo que hay que digerir sin vicios ideológicos para poder explicar la situación, que provoca una nueva realidad política que deja sin piso a los actores emergentes.
Fuente RT