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¿El ascenso de grupos religiosos marca la agenda política en América Latina?

Después de la llamada ‘década ganada’ de la izquierda en América Latina, en el último tiempo el avance de grupos conservadores en diferentes países ha dado como resultado la llegada al poder de figuras que, una vez más, han puesto a prueba la estabilidad democrática en Sudamérica.

Entre ese ascenso hay un factor común: la vinculación de algunos de esos líderes políticos con agrupaciones religiosas. Lo sucedido recientemente en Bolivia, donde un golpe de Estado invocado en nombre de «Dios» terminó por derrocar a Evo Morales; la llegada al Gobierno brasileño de líderes evangélicos por intermedio de Jair Bolsonaro; y el posible triunfo de la derecha en Uruguay con referentes religiosos, podrían proveer a los sectores eclesiásticos un rol decisivo dentro de la conducción de sus países.

Golpe de Estado ‘con Dios y la Biblia’

El pasado 10 de noviembre se produjo en Bolivia la renuncia forzada del mandatario, Evo Morales, luego de un golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas y alentado por una oposición con una fuerte impronta religiosa.

Entre los referentes que impulsaron la salida por la fuerza de Morales están la exsenadora y actual presidenta autoproclamada de Bolivia, Jeanine Áñez, y el empresario y líder del partido cívico ‘Comité pro Santa Cruz’, Luis Fernando Camacho.

Dos días después de consumado el golpe, Áñez recibió la banda presidencial en el Palacio Quemado por parte del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Al momento de su asunción ilegal como mandataria «interina» del país andino, la exsenadora de 52 años sostenía una enorme Biblia entre sus manos. «Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio, que él nos bendiga», sentenció.

En la misma línea, Fernando Camacho, un ferviente practicante católico e integrante de la élite política de Bolivia en el distrito de Santa Cruz, se convirtió en un referente crucial de la oposición local luego de la destitución del primer presidente indígena del país. Es que en los días previos al golpe, mientras aumentaba la presión interna y externa para derrocar a Morales, el fundamentalista religioso había esbozado una promesa: «Haré todo lo posible para que Dios vuelva a estar en el Palacio Quemado». 

Con la colaboración de los altos mandos militares y la incitación a la violencia en las calles, Camacho cumplió con su anhelo: fue la primera persona en ingresar al palacio oficial en La Paz con un libro sagrado en sus manos, tan solo un día después del golpe.

«No estoy yendo con las armas, voy con mi fe y mi esperanza; con una Biblia en la mano derecha y su carta de renuncia (por Morales) en mi mano izquierda», había anunciado momentos antes de entrar a la sede principal del Ejecutivo boliviano.

Para el politólogo boliviano Marcelo Arequipa, el ascenso de grupos religiosos en el país tuvo su punto de partida antes de las elecciones presidenciales del 20 de octubre. «Lo más notorio fue la candidatura del Partido Demócrata Cristiano con el surcoreano nacionalizado, Chi Hyun Chung», detalla el especialista. El oriental, quien también es pastor evangélico, alcanzó el tercer lugar en los últimos comicios, con más de medio millón de votos.

«Estos grupos», retoma Arequipa, «se introdujeron hábilmente en algunas preocupaciones generales que tenía la población. Después, lo que hicieron fue cohesionar al electorado en torno a ellos». En ese sentido, el politólogo advierte que los religiosos supieron consolidar a un enemigo en común: Evo Morales. «Han ingresado en lo opinión pública al punto tal de influenciarla a su favor», puntualiza.

Pero quien terminó por aglutinar a ‘la fuerza de Dios’ fue el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Fernando Camacho. «Es el que va a llevar el mensaje de ‘esto no se trata de un golpe de estado sino de liberar a la nación de un tirano’. La bandera del nacionalismo católico predominó todo el tiempo«, afirma el analista político. Y remarca: «Ese discurso de la derecha ha calado hondo porque ha dado como resultado la solidificación del anti-evismo».

«Los grupos religiosos supieron construir un enemigo en común: Evo Morales. Ese discurso de la derecha ha calado hondo porque ha dado como resultado la solidificación del anti-evismo en la opinión pública»

Desde el año 2009, a través de la promulgación de una nueva Constitución por parte del mandatario dimitido, Bolivia se ha declarado como un Estado laico y plurinacional. Esa decisión supuso un quiebre con la iglesia local. «Hoy, los cuadros políticos de Camacho y Áñez han abandonado la idea del estado plurinacional», explica Arequipa. «La idea de un Gobierno tecnócrata, con ideales propios de la derecha, es el proyecto político que buscará consolidarse en adelante», finaliza el especialista.

Bolsonaro, entre balas y cruces

Las polémicas declaraciones del mandatario de Brasil ya son conocidas en toda la región. Su homofobia extrema, junto a la abierta misoginia y discriminación a minorías sexuales, han dado como resultado la identificación del ultraderechista con los sectores más férreos de una religión predominante en distintas esferas del poder brasileño. Tal es su fanatismo, que este último jueves presentó su nuevo partido político ─Alianza por Brasil─ bajo el lema: «En defensa de Dios y repudio al comunismo».

Ariel Goldstein, politólogo argentino y autor del libro ‘Bolsonaro: La democracia de Brasil en peligro’, recalca que la alianza entre el político y los grupos evangélicos fue sustancial para su llegada a Planalto. «Edir Masedo, empresario religioso y dueño de TV Récord, la segunda cadena con mayor audiencia televisiva en el país, le dio apoyo durante toda su campaña. No es casual que el 70 % del electorado evangélico haya votada por él en 2017», explica el especialista.

Goldstein remarca que, en la medida que el mandatario decae en popularidad ciudadana, encuentra en los sectores eclesiásticos cada vez más apoyo: «Son las bases populares que, de otro modo, no podría obtener», refiere.

Asimismo, el politólogo destaca el crecimiento parlamentario que la fuerza religiosa tuvo en el Congreso Nacional. «En 2003, cuando se crea el Frente Evangélico, tenían unos 50 diputados y ocho senadores. Hoy llegan a los 200 legisladores en la Cámara Baja y 50 en la Alta», precisa.

El arribo de figuras evangélicas al Estado también es una particularidad de la actual administración. La pastora Damares Alves, por ejemplo, fue nombrada por Bolsonaro como ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos. «Fue quien resaltó que las niñas debían vestirse de rosa y los niños de azul y no admitía una familia con otros componentes [al tradicional]. El gabinete del presidente presenta muchas figuras con la misma ideología», resume el analista político.

Pero hubo un hecho que el especialista considera como la consolidación de las relaciones entre el Estado brasileño actual y los grupos religiosos. «Bolsonaro fue el primer mandatario en asistir a la ‘marcha para Jesús’, el principal evento evangélico del país celebrado en junio», considera Goldstein.

«Bolsonaro propicia la visión religiosa de la política en Brasil: quiénes están del lado del bien y quiénes del mal. Son narrativas que ponen en riesgo la democracia en la región y atacan al pluralismo»

Sin embargo, el politólogo ve con preocupación la expansión de componentes religiosos en la esfera pública. «Debería permanecer en el ámbito privado, de otra manera constituye un ataque al pluralismo», dice. Y agrega: «Con este escenario, se expande la visión religiosa de la política: quienes están del lado del bien y quienes del mal. Son narrativas que ponen en riesgo la democracia en la región», finaliza.

¿Fin del progresismo en Uruguay?

Por lado de Uruguay, el Partido Nacional, representando a diferentes grupos de la élite política que incluyen sectores eclesiásticos, se ha acercado a la presidencia en la votación del pasado domingo, tras un reñido balotaje contra el oficialismo. Aunque el resultado final se haya pospuesto por el escaso margen de diferencia, el candidato opositor, Luis Lacalle Pou, se muestra como favorito ante el progresista Daniel Martínez, líder del Frente Amplio.

Como coalición al Partido Nacional está la formación de ‘Cabildo Abierto’, agrupación política que se alió a Lacalle Pou con miras a derrotar al oficialismo en las urnas. Los integrantes de ese espacio, por su estrecha relación con la iglesia local, se oponen abiertamente a las leyes como el matrimonio homosexual, la legalización de la marihuana, la protección de las personas transexuales y la despenalización del aborto, derechos por los que Uruguay ha sido pionero en la región.

«Dentro de poco nos van a imponer una ley para que la homosexualidad sea obligatoria», se había quejado Guillermo Domenech, candidato a vicepresidente por ‘Cabildo Abierto’ en la primera elección de octubre. El exmilitar Guido Manini Ríos, quien está al frente de la agrupación, también había expresado públicamente su rechazo a la «ideología de género», al considerar el concepto como un «libreto extranjero».

Este viernes finamente se conocerán los resultados que señalarán al nuevo mandatario de Uruguay. Si bien el líder del Partido Nacional lleva una minúscula ventaja con respecto a Martínez, Lacalle Pou se muestra confiando en ser el posible sucesor de Tabaré Vázquez.

Aunque el líder conservador aún no confirmo quienes integrarán su eventual Gobierno, la expectativa por la participación de integrantes de ‘Cabildo Abierto’ en su gabinete genera una nueva incertidumbre en el país sudamericano, dada las polémicas figuras que podrían estar al frente de los diferentes ministerios.

Después de la llamada ‘década ganada’ de la izquierda en América Latina, en el último tiempo el avance de grupos conservadores en diferentes países ha dado como resultado la llegada al poder de figuras que, una vez más, han puesto a prueba la estabilidad democrática en Sudamérica.

Entre ese ascenso hay un factor común: la vinculación de algunos de esos líderes políticos con agrupaciones religiosas. Lo sucedido recientemente en Bolivia, donde un golpe de Estado invocado en nombre de «Dios» terminó por derrocar a Evo Morales; la llegada al Gobierno brasileño de líderes evangélicos por intermedio de Jair Bolsonaro; y el posible triunfo de la derecha en Uruguay con referentes religiosos, podrían proveer a los sectores eclesiásticos un rol decisivo dentro de la conducción de sus países.

Golpe de Estado ‘con Dios y la Biblia’

El pasado 10 de noviembre se produjo en Bolivia la renuncia forzada del mandatario, Evo Morales, luego de un golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas y alentado por una oposición con una fuerte impronta religiosa.

Entre los referentes que impulsaron la salida por la fuerza de Morales están la exsenadora y actual presidenta autoproclamada de Bolivia, Jeanine Áñez, y el empresario y líder del partido cívico ‘Comité pro Santa Cruz’, Luis Fernando Camacho.

Dos días después de consumado el golpe, Áñez recibió la banda presidencial en el Palacio Quemado por parte del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Al momento de su asunción ilegal como mandataria «interina» del país andino, la exsenadora de 52 años sostenía una enorme Biblia entre sus manos. «Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio, que él nos bendiga», sentenció.

En la misma línea, Fernando Camacho, un ferviente practicante católico e integrante de la élite política de Bolivia en el distrito de Santa Cruz, se convirtió en un referente crucial de la oposición local luego de la destitución del primer presidente indígena del país. Es que en los días previos al golpe, mientras aumentaba la presión interna y externa para derrocar a Morales, el fundamentalista religioso había esbozado una promesa: «Haré todo lo posible para que Dios vuelva a estar en el Palacio Quemado». 

Con la colaboración de los altos mandos militares y la incitación a la violencia en las calles, Camacho cumplió con su anhelo: fue la primera persona en ingresar al palacio oficial en La Paz con un libro sagrado en sus manos, tan solo un día después del golpe.

«No estoy yendo con las armas, voy con mi fe y mi esperanza; con una Biblia en la mano derecha y su carta de renuncia (por Morales) en mi mano izquierda», había anunciado momentos antes de entrar a la sede principal del Ejecutivo boliviano.

Para el politólogo boliviano Marcelo Arequipa, el ascenso de grupos religiosos en el país tuvo su punto de partida antes de las elecciones presidenciales del 20 de octubre. «Lo más notorio fue la candidatura del Partido Demócrata Cristiano con el surcoreano nacionalizado, Chi Hyun Chung», detalla el especialista. El oriental, quien también es pastor evangélico, alcanzó el tercer lugar en los últimos comicios, con más de medio millón de votos.

«Estos grupos», retoma Arequipa, «se introdujeron hábilmente en algunas preocupaciones generales que tenía la población. Después, lo que hicieron fue cohesionar al electorado en torno a ellos». En ese sentido, el politólogo advierte que los religiosos supieron consolidar a un enemigo en común: Evo Morales. «Han ingresado en lo opinión pública al punto tal de influenciarla a su favor», puntualiza.

Pero quien terminó por aglutinar a ‘la fuerza de Dios’ fue el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Fernando Camacho. «Es el que va a llevar el mensaje de ‘esto no se trata de un golpe de estado sino de liberar a la nación de un tirano’. La bandera del nacionalismo católico predominó todo el tiempo«, afirma el analista político. Y remarca: «Ese discurso de la derecha ha calado hondo porque ha dado como resultado la solidificación del anti-evismo».

«Los grupos religiosos supieron construir un enemigo en común: Evo Morales. Ese discurso de la derecha ha calado hondo porque ha dado como resultado la solidificación del anti-evismo en la opinión pública»

Desde el año 2009, a través de la promulgación de una nueva Constitución por parte del mandatario dimitido, Bolivia se ha declarado como un Estado laico y plurinacional. Esa decisión supuso un quiebre con la iglesia local. «Hoy, los cuadros políticos de Camacho y Áñez han abandonado la idea del estado plurinacional», explica Arequipa. «La idea de un Gobierno tecnócrata, con ideales propios de la derecha, es el proyecto político que buscará consolidarse en adelante», finaliza el especialista.

Bolsonaro, entre balas y cruces

Las polémicas declaraciones del mandatario de Brasil ya son conocidas en toda la región. Su homofobia extrema, junto a la abierta misoginia y discriminación a minorías sexuales, han dado como resultado la identificación del ultraderechista con los sectores más férreos de una religión predominante en distintas esferas del poder brasileño. Tal es su fanatismo, que este último jueves presentó su nuevo partido político ─Alianza por Brasil─ bajo el lema: «En defensa de Dios y repudio al comunismo».

Ariel Goldstein, politólogo argentino y autor del libro ‘Bolsonaro: La democracia de Brasil en peligro’, recalca que la alianza entre el político y los grupos evangélicos fue sustancial para su llegada a Planalto. «Edir Masedo, empresario religioso y dueño de TV Récord, la segunda cadena con mayor audiencia televisiva en el país, le dio apoyo durante toda su campaña. No es casual que el 70 % del electorado evangélico haya votada por él en 2017», explica el especialista.

Goldstein remarca que, en la medida que el mandatario decae en popularidad ciudadana, encuentra en los sectores eclesiásticos cada vez más apoyo: «Son las bases populares que, de otro modo, no podría obtener», refiere.

Asimismo, el politólogo destaca el crecimiento parlamentario que la fuerza religiosa tuvo en el Congreso Nacional. «En 2003, cuando se crea el Frente Evangélico, tenían unos 50 diputados y ocho senadores. Hoy llegan a los 200 legisladores en la Cámara Baja y 50 en la Alta», precisa.

El arribo de figuras evangélicas al Estado también es una particularidad de la actual administración. La pastora Damares Alves, por ejemplo, fue nombrada por Bolsonaro como ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos. «Fue quien resaltó que las niñas debían vestirse de rosa y los niños de azul y no admitía una familia con otros componentes [al tradicional]. El gabinete del presidente presenta muchas figuras con la misma ideología», resume el analista político.

Pero hubo un hecho que el especialista considera como la consolidación de las relaciones entre el Estado brasileño actual y los grupos religiosos. «Bolsonaro fue el primer mandatario en asistir a la ‘marcha para Jesús’, el principal evento evangélico del país celebrado en junio», considera Goldstein.

«Bolsonaro propicia la visión religiosa de la política en Brasil: quiénes están del lado del bien y quiénes del mal. Son narrativas que ponen en riesgo la democracia en la región y atacan al pluralismo»

Sin embargo, el politólogo ve con preocupación la expansión de componentes religiosos en la esfera pública. «Debería permanecer en el ámbito privado, de otra manera constituye un ataque al pluralismo», dice. Y agrega: «Con este escenario, se expande la visión religiosa de la política: quienes están del lado del bien y quienes del mal. Son narrativas que ponen en riesgo la democracia en la región», finaliza.

Fuente:RT

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