Impulsó la democracia en México, representó al principal partido de la izquierda, protagonizó la vida política del país, promovió derechos, ganó gubernaturas y numerosos escaños en el Congreso. Pero terminó fagocitado por las peleas internas y las traiciones ideológicas.
Ese fue el devenir del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que nació en 1989 como la gran esperanza de los movimientos progresistas mexicanos y que, 35 años después, acaba de perder su registro.
El final del PRD se concretó en las elecciones del pasado 2 de junio, ya que sólo obtuvo el 2,4 % de los votos, pero la ley electoral exige un mínimo de 3,0 % para mantener la inscripción como partido y recibir financiamiento público.
Así termina una de las experiencias políticas más importantes de la izquierda en la historia de México y de América Latina.
La paulatina debacle que enfrentaba el PRD se acentuó hace 12 años, cuando Andrés Manuel López Obrador, uno de sus fundadores, decidió abandonar sus filas y fundar al Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el partido que desde entonces engloba a la izquierda y que, con Claudia Sheinbaum como candidata, acaba de ser reelecto con una votación récord para gobernar por segunda vez de manera consecutiva el país.
El PRD, en cambio, se quedó sin registro nacional y apenas si pudo conservar su estatus a nivel local en seis de los 32 estados mexicanos en los que superó el porcentaje mínimo de votación: Baja California Sur, Guerrero, Estado de México, Michoacán, Sonora y Tabasco; y en la Ciudad de México. En el Congreso, sólo tendrá dos diputados y dos senadores.
A partir de la próxima Legislatura, será un partido totalmente marginal.
Historia
La épica acompañó la fundación del PRD.
En 1987, un grupo de dirigentes se rebeló en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido único y todopoderoso que gobernaba al país desde 1929, para reclamar la democratización de esta organización política y del país.
Los disidentes, que representaban el ala izquierda del PRI, abandonaron el partido y con el apoyo de otras fuerzas progresistas, al año siguiente postularon a Cuauhtémoc Cárdenas para la presidencia bajo las siglas del Frente Democrático Nacional (FDN).
Por primera vez, la hegemonía del PRI estuvo en riesgo. En una controvertida elección que siempre quedó sospechada de fraude, Carlos Salinas de Gortari ganó la presidencia, pero el sistema de partido único quedó resquebrajado por completo.
El 5 de mayo de 1989, el FDN se convirtió en el PRD, el nuevo partido que aglutinaba a la izquierda con un sol azteca amarillo como símbolo principal. Desde entonces, no paró de crecer. Durante décadas, enarboló los valores de la justicia social, la democracia, los avances de las minorías, los derechos de las mujeres, la esperanza de un país mejor.
En 1994, Cárdenas, quien fue el primer dirigente nacional del PRD, se postuló por segunda vez a la presidencia y quedó en un lejano tercer lugar, pero tres años más tarde ganó la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, en donde la izquierda ha mantenido la hegemonía desde entonces.
Ya para el año 2000, Cárdenas encaró su tercera campaña presidencial pero volvió a quedar en tercer lugar ante el rotundo triunfo de Vicente Fox, el candidato del conservador Partido Acción Nacional (PAN) que ese año rompió la hegemonía de 71 años ininterrumpidos de gobiernos del PRI.
La noche de la derrota de Cárdenas representó, sin embargo, la de la victoria de Andrés Manuel López Obrador, quien venía de ser presidente del PRD y ganó el Gobierno de la Ciudad de México.
Un año antes, el PRD ya había alcanzado su primera gubernatura en Baja California. Con el paso del tiempo, gobernaría una decena de estados y tendría numerosas bancadas en el Congreso.
Ruptura
En la primera década de este siglo, en México se consolidó un sistema de tres partidos fuertes y opositores entre sí –PRI, PAN y PRD–, y una serie de partidos menores.
Pero las fisuras en la izquierda eran evidentes desde su fundación, con ácidas peleas internas entre los múltiples grupos que disputaban poder, cargos y recursos.
Los pleitos llegaron a un punto máximo en 2008, cuando Jesús Ortega (líder de la corriente conocida como ‘Los Chuchos’) y Alejandro Encinas (quien era apoyado por López Obrador) disputaron la presidencia del PRD en un largo proceso que estuvo plagado de impugnaciones, insultos y denuncias.
La guerra electoral duró meses. Al final, ganó Ortega, pero en realidad fue el principio del fin del PRD. Ya nunca hubo reconciliación posible.
En 2011, López Obrador anunció la creación de la asociación civil Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Un año más tarde se postuló por segunda vez a la presidencia. Fue la última vez que contendió como abanderado del PRD.
Al igual que lo había hecho en 2006, cuando compitió contra Felipe Calderón, en su segunda campaña presidencial de 2012 López Obrador denunció un fraude de Enrique Peña Nieto, el candidato que representó el regreso del PRI al poder.
Pero ‘Los Chuchos’ no apoyaron a López Obrador. Al contrario, comenzaron a acercarse a Peña Nieto. Fue la traición final.
En septiembre de 2012, López Obrador renunció al PRD, al partido que había fundado junto con otros históricos personajes de la izquierda y anunció que Morena sería un partido.
De inmediato, miles de militantes, gobernadores, senadores, diputados y dirigentes de todo tipo siguieron a quien consideraban el líder moral del progresismo. El éxodo fue constante. De manera paulatina, el PRD perdió peso político.
Incongruencia
Mientras López Obrador convertía a Morena en un partido, lo que quedaba del PRD consolidó su alianza con el PRI.
De manera incongruente con su papel opositor y la ideología fundacional del partido, el PRD se sumó al Pacto por México que apoyó las reformas de Peña Nieto.
La traición a los ideales se profundizó en 2018, cuando el PRD se alió al PAN, el histórico partido de derecha. Ese mismo año, en su tercer intento, López Obrador ganó la presidencia y, en tiempo récord, convirtió a Morena en el partido más importante del país.
El proceso de pérdida de identidad del PRD continuó en 2021, cuando formó una coalición con el PRI y el PAN, los partidos a los que se había enfrentado durante décadas, con el único objetivo de limitar el poder de López Obrador y de Morena.
No lo logró, y la ciudadanía le cobró la traición a sus ideales. El pasado 2 de junio, Xóchitl Gálvez, la candidata de la alianza Fuerza y Corazón por México que integraban PRI, PAN y PRD, perdió de manera contundente al obtener apenas el 27,4 % de los votos frente al 59,7 % que alcanzó Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena impulsada por López Obrador.
Y el PRD, de manera individual, apenas si alcanzó el 2,4 % de los votos. En un último esfuerzo por tratar de mantener su reconocimiento, el partido le pidió al Instituto Nacional Electoral (INE) la revisión de actas en los 300 distritos del país. Apostaba a que en un nuevo conteo podría alcanzar el 3,0 % de sufragios que necesitaba para mantener el registro.
Pero el INE rechazó la petición y el lunes por la noche le notificó el inicio del procedimiento de pérdida de registro, lo que implica el fin de uno de los capítulos trascendentales de la historia de la izquierda en México.
Fuente RT