El cierre de gimnasios por la pandemia impulsó nuevos hábitos que se volvieron costumbre, como entrenar al aire libre (Getty)
Antes de la pandemia de COVID-19, el ejercicio físico al aire libre sólo estaba relacionado con el running, el ciclismo, y demás actividades que no son posibles de realizar en el interior de gimnasios y clubes.
Sin embargo, el cierre de estos espacios de entrenamiento, sumado a la necesidad de las personas de moverse y salir de sus hogares en cuanto les fue permitido, hizo que plazas y parques se conviertan en gimnasios a cielo abierto.
Ahora, parece que aquello de que no hay mal que por bien no venga aplica también a esto. Según un nuevo estudio publicado en la revista Nature, “el entorno en el que se realiza el ejercicio puede ser tan importante como el propio ejercicio”. “Se ha descubierto que el tiempo que se pasa en ambientes naturales al aire libre conduce a aumentos en la cognición similares a los que resultan del ejercicio intenso -aseguraron los investigadores-.
Por lo tanto, los beneficios tanto del ejercicio como de la exposición a la naturaleza sugieren un impacto aditivo en la función cerebral cuando se combinan ambos factores”.
Investigadores estadounidenses se preguntaron cuál es la interacción entre el ejercicio agudo y el entorno en la cognición, y para responder a esta pregunta utilizaron electroencefalografía para sondear la función cognitiva antes y después de caminatas breves en interiores y exteriores en los 30 participantes del trabajo.
Los participantes que caminaban en un entorno natural al aire libre se desempeñaron significativamente mejor en las pruebas cognitivas (Getty)
“Nuestros resultados demuestran un rendimiento mejorado y un aumento en la amplitud del P300, una respuesta neuronal relacionada con eventos comúnmente asociados con la atención y la memoria de trabajo, después de una caminata de 15 minutos al aire libre; un resultado que no se ve después de una caminata de 15 minutos en el interior -destacó una de las autoras del trabajo, Katherine Boere, de la Universidad de Victoria-. Es importante destacar que este hallazgo indica que el entorno puede desempeñar un papel más importante en el aumento de la función cognitiva, como la atención”.
Para ella, “con la creciente urbanización del mundo y el aumento asociado del tiempo sedentario en interiores, una comprensión más profunda de cómo estos factores interactúan e influyen en la cognición puede ser fundamental para combatir los efectos adversos para la salud”.
Estudios anteriores habían aportado abundante información acerca de que “la actividad física puede reducir el riesgo de diversas enfermedades neurológicas y proteger el cerebro de los efectos perjudiciales del envejecimiento”. Los modelos animales se centraron principalmente en los efectos del ejercicio a largo plazo (es decir, semanas o meses de mayor ejercicio) sobre la función del hipocampo, con especial énfasis en la neurogénesis del hipocampo adulto inducida por el ejercicio y el aprendizaje y la memoria dependientes del hipocampo.
En el ser humano, lo que se vio es que “además de mejorar la cognición en niños y adultos sanos, estos efectos a largo plazo del ejercicio son de particular interés por su posible papel en la mejora de la función cognitiva durante el envejecimiento”.
Se sabe que a medida que las personas envejecen el deterioro cognitivo, aunque no es inevitable, es un hecho común que resulta del proceso de neurodegeneración.
“En algunos casos, la neurodegeneración da como resultado un deterioro cognitivo leve o formas más graves de demencia, como el Alzheimer, el Parkinson o la enfermedad de Huntington -había concluido un estudio de la Universidad de Nueva York de 2017-. Debido al papel del ejercicio en la mejora de la neurogénesis y la plasticidad cerebral, la actividad física puede servir como una herramienta terapéutica potencial para prevenir, retrasar o tratar el deterioro cognitivo. De hecho, los estudios tanto en roedores como en humanos han demostrado que el ejercicio a largo plazo es útil tanto para retrasar la aparición del deterioro cognitivo y la demencia como para mejorar los síntomas en pacientes con un diagnóstico ya existente”.
Ahora, la nueva evidencia respalda la suposición de que hacer ejercicio al aire libre en entornos naturales produce más beneficios para el cerebro que hacer ejercicio en interiores. Sin embargo, los hallazgos no están claros para duraciones de ejercicio agudo de menos de 20 minutos. Esto planteó a los investigadores la pregunta acerca de cómo influye el entorno en la función cognitiva durante un breve período de ejercicio.
En términos de cognición, se vio que el ejercicio intenso al aire libre mejora principalmente las funciones ejecutivas que dependen de la corteza prefrontal, como la atención, la memoria de trabajo y el control inhibitorio.
“Nuestros resultados demuestran un rendimiento mejorado en eventos comúnmente asociados con la atención y la memoria de trabajo» (Getty)
Otro estudio en la misma línea, a cargo del investigador Andrew Bailey, de la Universidad de Tennessee, concluyó que los participantes que caminaban en un entorno natural al aire libre se desempeñaron significativamente mejor en una tarea cognitiva, la prueba de Stroop -una evaluación psicológica de la atención- que los que habían caminado en el interior.
Juntos, estos resultados proporcionan evidencia acerca de cómo el ejercicio al aire libre mejora la función ejecutiva en mayor medida que el ejercicio en lugares cerrados.
Por todo, los expertos coinciden en que el solo hecho de estar al aire libre repercute positivamente en la vida social, ya que uno se pone en contacto con otras personas, pudiendo conocer gente nueva, cultivar amistades, distraerse, charlar, etc., lo cual abre oportunidades a nivel personal y profesional. Asimismo, genera una mayor sensación de vitalidad y optimismo, disminuye los niveles de tensión y estrés, confusión y enojo, y si las actividades se hacen en grupo, crea mayores conexiones y vínculos.
Fuente INFOBAE