En todos mis pocos años de trabajo con las comunidades, la escuela y el ámbito universitario, he aprendido una verdad que no cambia con el tiempo ni con las estadísticas: si la familia está bien, la sociedad tiene futuro. Esta convicción es lo que me lleva a proponer con firmeza la creación de un Ministerio de la Familia, como una entidad dedicada exclusivamente a proteger, acompañar y fortalecer el núcleo más importante de nuestra estructura social.
Hoy más que nunca, las familias enfrentan presiones enormes: económicas, emocionales, culturales. Muchas están fracturadas, agotadas o simplemente desorientadas. Lo que propongo no es un ministerio burocrático más, sino un espacio cercano a la gente, que escuche, oriente y construya puentes entre las instituciones del Estado y las realidades del hogar.
Este ministerio tendría una misión clara: generar políticas públicas que comprendan la complejidad de la vida familiar. No se puede reducir la familia a un dato demográfico. Cada hogar es un universo en sí mismo, con sus luchas, esperanzas y dinámicas únicas. Por eso, se necesita un enfoque sensible, no solo técnico.
¿Qué propondríamos concretamente?
Crear un Ministerio de Familia, en donde se ofrezca acompañamiento psicológico, asesoría legal, talleres para padres, actividades intergeneracionales y espacios seguros para los niños.
Que promueva e implemente programas de educación emocional, orientaciones y acompañamiento en escuelas, y centros comunitarios en todos los sectores, para fortalecer desde la infancia los vínculos sanos.
Desarrollar una red nacional de apoyo a madres y padres solos, adultos mayores, familias cuidadoras y hogares vulnerables, a través de las instituciones sin fines de lucro como iglesias católicas, evangélicas y demás denominaciones, incluyendo otras ONG.
Establecer alianzas con iglesias, ONGs y líderes comunitarios para actuar de forma coordinada, respetando las particularidades de cada sector, municipio o provincia.
Revisar el marco legal para facilitar la conciliación entre la vida familiar y laboral, ofreciendo incentivos reales a las empresas que promuevan entornos laborales familiares, para el fortalecimiento de esta.
¿Por qué es tan necesario?
Porque la mayoría de los problemas que enfrentamos como sociedad —violencia, abandono escolar, adicciones, salud mental deteriorada— tienen raíces en el entorno familiar. Y si no empezamos por sanar ahí, todo lo demás será solo respuesta superficial.
Un Ministerio de la Familia no resuelve todo. Pero sí puede ser el punto de partida para una transformación verdadera: una que nace desde adentro, desde donde se aprende a amar, a respetar y a construir comunidad.
No se trata de una utopía, sino de una decisión responsable. Cuidar a las familias es cuidar el mañana.