Por Emilia Santos Frias
El escritor, humanista que defendió una economía más humana, más solidaria y capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos, José Luis Sampedro, en múltiples ocasiones afirmó: “…en estos tiempos es más fácil divulgar la inmoralidad que la decencia”. Su certero axioma es propicio para analizar la descomposición que vive nuestra sociedad, gracias a un segmento de la población joven, que está resuelta a destruir valores universales y de manera irresponsable buscar su propia destrucción.
Lo bueno era vivir la vida con gracia, decencia y atención al mundo, libre de las ataduras artificiales de tu propia vida, expresa Scott Jurek, autor del libro Correr, Comer, Vivir. Hoy en un siglo tan importante, con grandes adelantos en las ciencias, tecnología, en que la población mundial está conectada y se comunica en solo instantes, la educación doméstica, sistemática y políticas sociales dirigidas a la juventud siguen dejando ver falencias.
Es imperioso que nuestra población joven entienda que puede obtener bienes materiales, fama, dinero…, pero, para ello, debe, agotar procesos lícitos; estudiar, prepararse, emprender honestamente, servir a su entorno de forma legítima, respetar la autoridad: dentro y fuera de casa; exhibir valores…, Necesitamos exhibir decencia, ella, “…no es una virtud con la que se nace, sino el resultado del ambiente en donde se vive”, decía el humorista Álvaro de Laiglesia.
Escasea el decoro. Como la juventud está dispuesta a brincar procesos, es más fácil que transite o entre a caminos equivocados; lo vemos actualmente. Sus nuevas costumbres, pasatiempos, modos de vida, forma de conducirse, hablar, vestir, gustos, música, creencias, lugares que pernoctan, personas con las que hacen amistad, círculo en que se desenvuelven…, ¡es penoso!
La presión social; querer imitar a falsos modelos de conducta; la vagancia; falta de oportunidades, de política sociales, acertadas e integrales, destinadas a esta población, así como, el poco deseo de trabajar dignamente, como hicieron sus ascendientes, está llevando a una parte de la juventud dominicana al derrocadero. Esa es la que buscará dañar a la otra franja que sí está en la academia buscando conocimiento para hacer aportes a sus familia, sociedad y nación. Tremenda paradoja.
Como dicen los cientistas: las latas vacías hacen más ruido que las llenas; lo mismo pasa con los cerebros. Pero, ¿cómo vamos a llenarlos?, ¿qué haremos como Estados, que somos todos, para rehabilitar a la juventud que hoy abraza la transgresión? Impotencia es lo que sentimos cada vez que vemos casos espantosos, crueles y espeluznantes que difunden los medios de comunicación, y que dan cuenta de cómo se está comportando gran parte de la juventud en nuestro país.
Parece que hoy, una franja importante de la juventud prefiere ser caco a profesional o persona de bien. No quiere vivir el sacrificio que eso implica, sino, llenarse de excesos y acciones burdas; buscar la miel envenenada que ofrece la delincuencia, y con ella una vida corta e inútil.
Es asombroso como de guardar respeto, venerar a nuestros padres y madres, hoy las noticias dan cuenta de irrespeto a los progenitores, violacion a su integridad; parricidios y matricidios, cometidos con mayor frecuencia por vástagos que prefirieron ser malhechores a vivir una vida con decoro, donde para alcanzar metas dignas, hay que agotar los procesos que estas implican, pero al alcanzarlas se llena el alma. Parece que viven en un espejismo que les empuja a la obtención de las cosas de forma fácil.
Juventud, tu nación, sociedad, familia, semejantes, te necesita, ser delincuente no es cool. Tu belleza física, atributos materiales; vestimenta, estilo, no es lo importante para medir tu transcendencia, pero si, los valores universales que posees. El respeto, bondad, la justicia, igualdad, el amor, responsabilidad, honradez, solidaridad, la verdad, valentía, el honor que te caracteriza…
Juventud, ¡has perdido tu norte!, permite que la decencia aflore, no contribuya con tus actos emulados de otras culturas, a llenar de más dolor y horror a nuestra patria, después que tanto costó tener en ella la libertad que disfrutamos. Los antivalores no deben ser tu estampa, !despierta!, y si no te enseñaron a vivir con cordura, puedes hacer el esfuerzo y resurgir como el ave Fénix. ¡Ejercita la moral, haz lo correcto!
Hasta la próxima entrega.
santosemili@gmail.com
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.