Hace 40 años, cuando Natalia reunió el valor y la fuerza suficiente para decirle a su madre que el cura de su parroquia en San Antonio de Padua de las Heras, en Mendoza (Argentina), había abusado de ella, su progenitora quiso denunciarlo pero le dijeron que el párroco había fallecido.
Las agresiones tuvieron lugar entre 1982 y 1983, cuando la víctima tenía entre 9 y 10 años, y no fue hasta 2018 cuando se enteró de que el sacerdote está vivo. Cuatro décadas después, lo ha localizado en el distrito de Vicálvaro, en Madrid (España), a través de una investigación de la Cadena Ser y El País, que recoge la historia en un artículo publicado este jueves.
Natalia deseaba que el religioso le pidiese perdón y, por eso, se presentó ante él en la parroquia española. “¿No se acuerda de mí?”, le preguntó. El sacerdote de 68 años, cuyas iniciales son D.A.M.M., negó las acusaciones.
La mujer, ahora de 49 años, denunció a su agresor en el arzobispado de Madrid y ante el Defensor del Pueblo. Por su parte, la diócesis, que apartó al sacerdote, ha abierto una investigación del caso.
“Me decía que le tocara”
La víctima recuerda que el cura abusó de ella cuando “iba a la catequesis de primera comunión los sábados por la tarde”. “Iba sola, y era la única, porque a los demás les acompañaban sus padres. Al terminar, el sacerdote me conducía a una pequeña habitación, al lado de la iglesia, me sentaba en su falda y tocaba mis partes íntimas. Me tocaba y me decía que le tocara”, relató.
Todavía conserva una foto de la comunión en la que aparece junto a él. Después de aquel día, nunca más regresó a la parroquia y no volvió a ver a su agresor.
A través de las investigaciones de los medios españoles, se supo que el sacerdote se marchó a España, volvió a Argentina y luego se fue a Italia donde permaneció 20 años y pasó por tres diócesis distintas. El pasado verano regresó a Madrid.
“Ajeno a cualquier control”
Para el periodista Íñigo Domínguez, que escribe el artículo de El País, el “mayor interrogante” es cómo el religioso “ha ido cambiando de destino y de país, ajeno a cualquier control y al margen de los canales habituales”.
El cura integraba una fraternidad sacerdotal denominada Fundación Ramón Pané, con sede en Miami (EE.UU.) y otra en el arzobispado de Tegucigalpa (Honduras), fundada por el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga.
En todas las diócesis en las que estuvo consta que fue enviado por la fraternidad. El presidente ejecutivo de la agrupación, Ricardo Grzona, dijo que no lo conoce y afirmó que solo tienen miembros laicos, a pesar de la presencia de sacerdotes de la fundación en diferentes países.
Mientras, desde Tegucigalpa —a la que se atribuye la responsabilidad del cura— aseguraron que este figura como uno de los dos responsables de la fundación, pero que no pertenece a la arquidiócesis. Una confusión que permanece sin resolver.
RT